«Aunque habrÃa preferido no tener que hacerlo, cogió aire, percibiendo con mayor intensidad el aroma dulce de las almas que se pudrÃan lentamente a su alrededor».
Aldric de Windmill y Jaedyth LassÂ’Caut llegan al castillo del duque de La Morgue buscando respuestas y una vÃa de escape para el grave problema en el que están metidos, y que amenaza con destruir el reino de Doreldei .
Ambos esperaban muchas cosas del hogar de su mayor adversario, pero no podÃan imaginar que se tratase de un lugar tan oscuro, siempre acosado por la ruina, en el que hasta sus propias piedras, atadas por una larga cenefa con el nombre de su dueño, parecen buscar desesperadamente la aniquilación y el olvido. Aunque, si hay un rincón extraño en ese extraño lugar, es, sin duda, su jardÃnÂ…
El mal que lo envuelve todo es antiguo y terrible. Aldric no lo entiende y Jaedyth trata de esconderse con auténtica desesperación. Pero, pese a todo, son jóvenes, la vida sigue y la atracción que sienten el uno por el otro crece dÃa a dÃa. AllÃ, en esos dÃas oscuros rodeados de muerte y magia, descubren que hay sentimientos que lo pueden todo, capaces de abrirse camino en cualquier parte.
Y, es que, lo que ha empezado a sentir Aldric por esa joven princesa hada, es algo que, seguramente, va a terminar costándole la cabeza.
Aunque, quizá eso, precisamente, pueda lograr que conserve su alma.