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La casa de las bellas durmientes de Yasunari Kawabata

de Yasunari Kawabata - Género: Erótico
libro gratis La casa de las bellas durmientes

Sinopsis

La casa de las bellas durmientes sobresale en la obra de Yasunari Kawabata por su perfección formal. Comienza con la visita del viejo Eguchi a una casa secreta gobernada por una mujer ordinaria y práctica que, al ?nal, como él mismo, revelará su esencia inhumana. En ese burdel, el protagonista, de sesenta y siete años, pasa varias noches junto a los cuerpos de jóvenes vírgenes narcotizadas. A la vez que admira el esplendor de las ?guras dormidas, rememora su relación con las mujeres: su esposa, su madre, su amante, sus hijas…

Erotismo, lujuria masculina, vejez y violencia se entretejen en esta fulgurante novela breve que amalgama, como es típico en la obra del Premio Nobel de Literatura, motivos tradicionales de la estética japonesa con temas modernos en ambientes casi irreales. Magní?ca pero profundamente perturbadora, La casa de las bellas durmientes es una escalofriante meditación sobre la sexualidad y la muerte.


Quizás el rudo tacto de los ancianos la había entrenado para hablar en sueños, para resistirse. ¿Sería eso? Rebosaba una sensualidad que hacía posible que su cuerpo conversara en silencio.La casa de las bellas durmientes, Y. Kawabata, 2012, p.p. 25.Acaso, la técnica japonesa más valorada para elaborar floreros es la iga. al humedecerse, los colores de esta cerámica fulguran con rebeldía a su matiz original, y presentan inusitados colores que solo aparecen a altísimas temperaturas del horno. Las cenizas y el humo de la combustión, a medida que incrementa el calor, impregnan la textura rocosa y, al disminuir nuevamente de temperatura, queda un fulgor cristalino semejante al vidrio, las figuras de los floreros iga son fortuitas, si apenas somos capaces de controlar las temperaturas a los que los sometemos, la naturaleza de la combustión opera sola, conjugando y barajando los tonos, las machas y los brillos del jarrón. Sus texturas son austeras, y adoptan un fulgor voluptuoso cuando se les humedece, nos dice Kawabata en El Japón y yo. Los jarrones iga respiran junto con el rocío de las flores.El satori, lugar de realización del zen, es contingente a las palabras y a las acciones, ambas tienen la capacidad de aislar la realidad y de transformarla. Para Kawabata la profundidad de la religión y de la literatura no radicaba en procedimientos narrativos complejos, sino más bien perseveraba en la tradición y en la fe del espíritu benigno de la naturaleza. El zen aprende de hábitos pragmáticos, y los traslada a un régimen sagrado; siguiendo esto, partiendo de la elaboración de un jarrón acabamos de disuadir la técnica de composición de una las obras maestras de la literatura japonesa: esa es, La casa de las bellas durmientes, terminada por Kawabata hacia 1961.La literatura japonesa es un florero a donde concatenan las flores y los tallos de lo bello y de lo desahuciado. La novela de Kawabata es recipiente de lo humano, sus amalgamas de formas son el producto de un espíritu sometido a altísimas temperaturas de dolor y de padecimiento tolerado. Solo en esta literatura puede cumplirse esa íntima y permanente transustanciación de lo visible en invisible. Lo realmente erótico, lo realmente mustio se precipitan siempre hacia lo invisible como a su realidad inmediatamente más honda, a los suscitado, que es la sintaxis con la que se escribe el japonés.Hay un tipo de deseo parecido a un dolor agudo, no se sabe si es el sexo, o la agonía del deceso. La casa de las bellas durmientes posee una sensualidad impersonal, casi indiferente, que evoca los apuntes de Kawabata mismo cuando vio a Tokio en ruinas después del terremoto de 1923, una ciudad en contorsiones, con progresiones de formas casi eróticas, la violencia, los montones, Kawabata evoca la virginidad de la ciudad y de las geishas, desnudas por la convalecencia; así mismo son alude a los cuerpos de las niñas que duermen el sueño de la lisérgica junto a Eguchi, el protagonista, un hombre de sesenta y siete años que debe permanecer perpetuo, ajeno, a una belleza impenetrable.Esa habilidad de Eguchi para escrutar los cuerpos con la lisonja de la reminiscencia, es una cualidad que Kawabata obtuvo viviendo con su abuelo ciego una vez que quedó huérfano; las cavilaciones del viejo Eguchi, intentando remediar la ausencia, son transcripciones del horno del dolor, al jarrón del texto, los motivos del texto se originan en la mutilación de la memoria, del espíritu llevado al extremo del suplicio por aflicción, nace la sensualidad.Nadie más tiene la trasparencia para narrar la carne de las mujeres que permanecen dormidas por los narcóticos, para armonizar el sueño de viejos cuerpos envilecidas por el silencio del tiempo, pues, en un testimonio de las relaciones con su abuelo ciego, moribundo, y en sueño perpetuo, no hay duda que el deterioro del cuerpo demacrado sea el origen de esa extraña y macabra transparencia de la carne presente con tanta frecuencia en su obra.Hoy por hoy la crítica cree en la facilidad de la cita como influencia, lo evidente aparece como información erudita. Llegar a La casa de las bellas durmientes con una lectura sugerida por Gabriel García Márquez es una contingencia barata para la literatura de Kawabata. El pacto de lectura con el que se llega a un texto de esta franqueza debe ser muy distinto al que sugieren ingenuas influencias, de lo contario, se leerá en Eguchi una perversión, y en su silencio: una maldición del Caribe.______________________________________ KAWABATA, Y., El bello Japón y yo, trad. 1968, Dos ensayos de Yasunari Kawabata; Emecé ed.KAWABATA, Y., La casa de las bellas durmientes, 2012; Barcelona, Emecé ed.
BUENO🙂 ? Lo primero: gracias @sandry_77 por el préstamo. Aunque yo no he disfrutado el libro tanto como tú. Yo he sufrido mucho durante toda la lectura (es lo que hace que no lo valore con más nota) con el trato a la mujer que se da en esta historia.&#xNaN;Me ha pillado el cuerpo así, claramente, porque ya sabes que leo libros sobre otras temáticas fuertes? ? 💬Eguchi es un hombre de 67 años que decide entrar, por primera vez, en «La casa de las bellas durmientes». Que no es más que un excéntrico e inquietante lupanar en el que las mujeres (jóvenes vírgenes, menores de edad incluidas) siempre están dormidas, narcotizadas, y con las que solo debe dormir. ? No me ha gustado nada el personaje de Eguchi, sus pensamientos para con esas mujeres inconscientes, tanto sexuales como violentos. Que las tocase y el modo en que lo hacía. Ni su historia, lo que va recordando de su vida (llena de concubinas y prostitutas). ? Primer texto que leo del malogrado célebre Premio Nobel #Kawabata. Repetiré seguro, porque su forma de escribir me ha gustado. ? CURIOSIDADES: sirvió de inspiración para la novela corta «Memoria de mis putas tristes» (Gabriel García Márquez).&#xNaN;La tengo en casa sin leer, por cierto. ? ¿Qué encontraréis en este libro? Un inquietante texto que aúna lujuria masculina, vejez, sexualidad y prostitución. ? Erratas encontradas: 0 (#CeroNuloNegativoConjuntoVacío) 🎉🎉 ? Lectura para 3 de los #24retosdelectura: 13.- Una novela que tenga veneno 14.- Obra que puedas leer en un día 20.- Oh, vaya, no te ha gustado el/la protagonista ? #LeoYComparto #bookish #DimeUnLibro #bookaholic #booklover #instalibros #bookworm #bookstagram #booket #AustralEditorial #NemureruBijo #HouseOfTheSleepingBeauties ? #Libros / para #blogloqueleo / #LaCasaDeLasBellasDurmientes @australeditorial @seix_barral @planetadelibros ? #HastaElTotoDelCoronavirus
Mi fascinación por la literatura japonesa es difícil de definir. Por un lado el gusto por las narraciones extralargas, el desarrollo tortuoso de las novelas-océano, termina siempre por aburrirme; a medida que pasa el tiempo tiendo a encontrarme más cómodo con narraciones menos extensas pero más jugosas, en las que encuentro un juego que me fascina, y es el de dejar que el lector participe de la narración, que cree en su mente las imágenes necesarias, los sentimientos expresados y ponga su propio color, su propio matiz personal a la historia leída. Y sin embargo me encanta su poesía, el ritmo de ecos y reflejos de los títulos de sus obras, el encanto escondido en la yuxtaposición de belleza y violencia, de extremada educación y brutales sentimientos tan retenidos, que terminan destruyendo vidas, trastocando el ritmo de los astros y cambiando la orografía sentimental de un lector consternado para siempre. La literatura japonesa es un fiel reflejo de la Naturaleza de aquel país: delicada belleza descansando sobre lava ardiente, firmes propósitos levitando sobre movimientos terrestres que drenan a la superficie lo más básico del mundo humano.La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata (1899-1972), es un buen ejemplo de ello. El relato protagonizado por el señor Eguchi contiene en su interior el hechizo de la brevedad y el del romanticismo, el lado salvaje del ser humano yuxtapuesto a la firmeza del superyo, frenado por las riendas del auriga. Es un libro fascinante en muchos sentidos, porque se basa en los sentidos. El placer que el protagonista siente al contemplar las bellezas púberes lánguidamente narcotizadas con opio como flores delicadas, es inenarrable e indescriptible, y esa dificultad tan sabiamente expresada flota sobre la narración como un perfume obsesionante y perpetuo; los sentimientos contrapuestos del señor Eguchi, que transforman su existencia hasta lo más profundo, al gozar sólo con los ojos de esa belleza sensual que se desparrama a su alrededor nos hablan de ese miedo, ese deseo y esa realización que todos podemos llevar dentro y que se refleja en nuestro gusto por lo peligroso y que bordea lo que, en los ojos miopes de nuestra realidad hoy, podría ser delito, exceso a veces, y grito. Es una historia sin fin y sin embargo con una fuerza que excede los límites de sus páginas, escrito con un lenguaje delicado y fluido, lleno de poesía, y desnudo de excesos; una narración mágica y obsesiva, que desnuda al hombre y le otorga, al mismo tiempo, una pátina de indestructible inmortalidad. Enlace: https://juanramonvillanueva...
¿Qué es La casa de las bellas durmientes? No deja de ser un prostíbulo japonés, pero tiene características especiales e inquietantes. La clientela de esta casa son hombres ancianos que han dejado de ser hombres, las chicas que allí trabajan (y no digo chicas por infantilizar, es que son realmente muy jóvenes) pasan toda la noche dormidas debido a cierta medicina que se les administra. Los clientes tienen normas muy claras: la penetración no va a ser posible ya que fisiológicamente han perdido esa capacidad, pero tampoco pueden llevarla a cabo por otros medios, ni lastimarlas de ningún modo, ni hacer nada de mal gusto. Lo que limita esas noches a dormir junto a ellas y a los toqueteos varios que podamos imaginar.Supongo que hasta aquí entenderéis mi incomodidad y lo difícil que me ha resultado contextualizar la obra en el tiempo y el espacio para dejar al margen las gafas violetas con las que leo todo.Pero luego están las formas y el fondo de esta historia? Aún siendo consciente de la cantidad de profundidad y musicalidad que se ha perdido en el cambio de idioma (del japonés al castellano) y de las metáforas que me he perdido precisamente por esa espiritualidad característica de la literatura oriental con la que no estoy nada familiarizada, la prosa me ha parecido una delicia. Es una historia cargada de erotismo sutil y que básicamente nos va a hacer pensar en la vida y la muerte, en las pasiones humanas, las culpas, la negación de la decrepitud que trae el tiempo y la necesidad de resistirse a no sentir. Las constantes referencias a la naturaleza, no solo como atrezo sino como parte de esas metáforas que os comentaba, me han parecido bellísimas.El papel que representa la madame de la casa me parece impresionante. Está como en la sombra, parece no pintar nada, pero entre líneas se puede sacar mucho jugo de su presencia, su descripción y sus intervenciones.Al final las bellas durmientes transcienden de su papel de prostitutas al de confidentes silenciosas que dormidas y mudas, decían lo que los ancianos deseaban porque para los ancianos que pagaban este dinero, dormir junto a semejante muchacha era una felicidad fuera de este mundo que les haría evocar tiempos mejores y a las mujeres de su vida sin pasar por la vergüenza de que unos ojos jóvenes los vieran sin su virilidad pasada.Sigo sin ser capaz de quitarme de la cabeza la parte de esa utilización del cuerpo femenino para disfrute y goce del masculino, y encima en una situación tan de suma desventaja, pero tampoco puedo omitir lo sugerente de la moraleja ni la preciosa manera de escribir de Kawabata.