Aké ya no es más que un terreno extendido y ondulante. Fue algo más que una mera lealtad a los te¬rrenos de la vicarÃa lo que dio origen a un enigma, y a un resentimiento, a que Dios escogiera contemplar desde arriba su propia avanzada de religiosidad, los terrenos de la vicarÃa, desde las alturas profanas de Itoko. Claro que existÃa el misterio del establo del Jefe, donde vivÃan los caballos cerca de la cima del cerro, pero más allá aquel camino mareante seguÃa subiendo y subiendo, de un mercado ruidoso a otro, y contemplaba desde arriba Ibarapa e Ita Aké, y más allá hasta los lugares más recónditos de la vicarÃa en sÃ.