«Llamada hispánica por los españoles, ibérica por portugueses, latina por los franceses, equinoccial, Ãstmica, insular y meridional por el barón de Humboldt y por los criollos, nuestra América lleva siglos tratando de definirse a sà misma, y en esa búsqueda casi infructuosa puede advertirse siquiera simbólicamente la complejidad de su composición y la magnitud de sus dificultades. [Â…] Se dirÃa que de todos los nombres que ha buscado para sÃ, el que más podrÃa convenirle es el de América Mestiza, que al menos procura definirla por su diversidad y por sus mixturas, no por la predominancia de alguno de sus elementos. Y habrÃa que entender por mestiza no sólo la mezcla de elementos étnicos y culturales ibéricos e indÃgenas, sino la múltiple convergencia de elementos africanos, de las otras naciones de Europa y la creciente incorporación de tradiciones del resto del mundo. Nuestra América es menos una homogeneidad geográfica que una conjunción histórica y cultural, pero el destino común de sus habitantes terminó convirtiéndola en un mundo al que es preciso pensar y abarcar en conjunto, como al pensar en el continente europeo la mente incluye automáticamente a Escandinavia y a Islandia, porque la historia compartida termina influyendo sobre la geografÃa».