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La bodega (1905) pertenece a la etapa social de las novelas de Vicente Blasco Ibáñez, en las que el escritor refleja su preocupación por los problemas del país. En concreto, La bodega se sitúa en Jerez de la Frontera, ciudad del vino y de ricos terratenientes. La novela mezcla el salseo trasnochado con una fuerte crítica social a los señoritos que explotaban a los jornaleros, a la religión que ayudaba a mantener ese estatus, al propio vino que embrutece y nubla la conciencia del pueblo, al absurdo reparto de las tierras andaluzas -enormes extensiones que pertenecían a unos pocos, terratenientes que preferían malgastar sus recursos en las bestias-.Además de esa denuncia y de la trama, que creo que puede resultar interesante y emocionante para cualquiera, de entre las páginas de esta novela me ha llegado el olor de los vinos de mi tierra, el aroma que emanan sus bodegas llenas de botas centenarias y que todavía impregna algunas calles del centro de la ciudad. He revivido las vendimias que pasé en las viñas, las que vivió mi padre y las de mis abuelos. Blasco Ibáñez pinta con palabras el amarillo pajizo, el ámbar, el castaño y el dorado de nuestros vinos. Pero también es capaz de evocar la miseria, el hambre terrible, el olor a sudor que desprende el amontonamiento de cuerpos curtidos por el trabajo bajo el sol abrasador. Una época lejana, pero un Jerez no muy diferente.Me animé a leer a Blasco Ibáñez por la reseña de Cañas y barro de @cumbresclasicas. He encontrado un autor que voy a leer más. Sin embargo, no pude dejar de compararlo con Pardo Bazán y pese a que los paisajes de Emilia me resultaban lejanos y extraños, mientras que en los de la bodega he crecido, me quedo con la frescura, agilidad y la ironía de ella.