Nueva York, 6 de la madrugada. La boîte olÃa todavÃa a tabaco, a alcohol. Las luces alucinantes habÃan cesado. Los músicos guardaban sus instrumentos y las gogo girls habÃan dejado sus altos pedestales. Cuatro camareros recogÃan vasos y botellas de encima de las mesas, de las repisas, de todas partes. Dos mujeres barrÃan el sucio suelo que luego tendrÃa que encerarse otra vez para que estuviera reluciente cuando el local volviera a abrirse por la noche. Los dos últimos clientes se retiraron.