En la familia Petrelli estaba prohibido hablar de adopciones. Nadie habÃa dictado la regla, pero lo era, y una bastante estricta, pues era un insulto para Anneliese y para el resto de la familia. Sin embargo, al menos una vez, habÃan pensado en el temaÂ… y por supuesto, en Annie.
La familia Petrelli era italiana. Y Angelo Petrelli, de dieciséis años, era considerado, por muchos, una especie de Dios: el más hermoso de todos; fuerte, alto, elegante, tan guapo como inteligente y, aunque pudiera resultar impresionante todo lo anterior, para Anneliese lo único importante era que él siempre estaba ahà para ella, protegiéndola, amándola. Ambos crecieron juntos, como hermanos, pero realmente, sobre eso, habÃa dudasÂ… Se llevaban solo seis meses de edad yÂ… no se parecÃan en nada.
Asà que, cuando Angelo le ofrece un poco de miel a AnnieÂ… ella no piensa en que está del todo mal, al final, la ambrosÃa era, según sus libros, como su relación con este: dulce, deliciosa y, aunque estaba prohibida para los humanos (era el alimento de los dioses griegos, el fruto que los mantenÃa jóvenes y bellos)Â… Angelo también era un Dios, ¿no?
Sin embargo, ella olvida que la ambrosÃa no está hecha para mortales, que comerla siempre trae consecuencias lamentables y, que tarde o temprano, los secretos salen a la luz; peroÂ… el que guardan Angelo y Annie no es, ni por asomo, el peor de los que ocultan los Petrelli.