En España, Juan Ramón Jiménez decÃa a Ricardo Gullón: «Corbière es un poeta plenamente actual, y no creo que haya nada más moderno que sus poemas del amor en “Les amours jaunes”». Pero ya Enrique DÃez Canedo, en su «AntologÃa de la poesÃa francesa, del romanticismo al superrealismo», lo habÃa aceptado como una de las mayores figuras de su tiempo. ParecÃa un pobre diablo, y al morir y abrirse su testamento resulta que poseÃa caprichosa y desesperadamente un tesoro de música y palabras. Aquello verleniano de «retorcer el cuello a la elocuencia» era algo muy suyo: él, que admiraba tanto a Baudelaire, rompió sistemáticamente todos los moldes de la perfección, del saber hacer versos, e inventó una poesÃa troceada, con jirones de frases hechas, gritos, argot, retruécanos y citas caricaturescas.Es un Baudelaire desengañado de la Belleza, exasperado, más allá de todas las normas, en clave canalla y grotesca; la gran música de «Las flores del mal» intepretada al acordeón, el piano de los pobres. A veces parece tener alma de letrista de tango, con un desgarro plebeyo y chillón, juzgándose a sà mismo y a su época muy por debajo de cualquier posibilidad de Arte con mayúscula. Pero con una incurable nostalgia de lo perdido.