Escrita en 1939 en la pausa que siguió a la redacción de los primeros nueve capítulos de El Señor de los Anillos, cuenta la vida y muerte de un artista, pero es también una inspirada ejemplificación de una de las ideas fundamentales de Tolkien, la necesidad de que la obra de arte tenga la consistencia interior de la realidad. La pereza, la falta de firmeza de Niggle son transformadas del otro lado del túnel en prontitud, orden, servicio, lo que cambia a la vez la visión fugaz del artista en subcreacion, o creación derogada. La Hoja de Niggle es así parte de lo que Tolkien llama el Árbol de los Relatos, de follaje innumerable, en el que cada hoja es todas las hojas.