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Perillán es exactamente eso, un perillán, un pillastre, un pícaro que diríamos aquí. Se conoce como si fuera la palma de su mano el subsuelo de Londres, ya que se dedica al alcantarilleo, es decir, a buscar cualquier cosa de valía que alguien haya perdido y haya acabado allí, como anillos, monedas y demás tesoros. Una noche de tormenta mientras alcantarilleaba escuchó el extraño chirriar de la rueda de un carruaje y algunos gritos. Una chica huía de unos tipos que le habían dado una paliza y si Perillán no llega a intervenir quien sabe como hubiese acabado. Mientras socorre a la muchacha, dos tipos que pasaban por allí y han presenciado la escena, se ofrecen para llevar a la chica a un lugar seguro. Uno de ellos es ni más ni menos que Charles Dickens. Perillán, reacio al principio, acepta con la condición de acompañarlos para asegurarse de que la muchacha está realmente a salvo. Así, sin darse cuenta, se convierte en protector de la chica y decide encargarse de los tipos que le han hecho eso. Con esto en mente y con la misión que el mismísimo Charles Dickens le encomienda de averiguar el motivo de la agresión y el paradero de los matones, Perillán comienza a indagar, lo que le llevará a un sinfín de situaciones inverosímiles que lo convertirán en el héroe del momento y a conocer a personajes de lo más variado, desde personalidades históricas reales como el propio Dickens hasta un encontronazo con Sweeney Todd... Es todo un homenaje a Dickens, pero también tiene mucho de Twain, es una mezcla de crítica social de la época y sátira, al más puro estilo Pratchett. Es un libro al que sin duda volveré pronto, pues ya estoy echando de menos a Perillán.