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El jardín de vidrio de Tatiana Tibuleac

de Tatiana Tibuleac - Género: Ficcion
libro gratis El jardín de vidrio

Sinopsis

Una novela iniciática sobre el trauma y la búsqueda de la identidad. Una lectura contundente, hechizante, cruel e inquietante que cuestiona la maternidad, el amor y los vínculos que nos unen con nuestro pasado. La anciana Tamara Pavlovna rescata a la pequeña Lastochka de un orfanato durante los años más grises del comunismo en Moldavia. Lo que en principio puede parecer un acto de piedad esconde una realidad terrorífica. A Lastochka la han comprado para trabajar como esclava recolectando, durante casi una década, botellas por las calles de la ciudad. Sobrevive en un ambiente marcado por la violencia y la miseria mientras rechaza las insinuaciones de unos hombres demasiado obstinados. «El jardín de vidrio» es un ejercicio de exorcismo doméstico. Una carta imaginada por una niña para unos padres desconocidos, en la que el dolor a causa del abandono, el desamor y la ausencia de ternura y emoción se muestra como una herida que quizá nunca llegue a cicatrizar del todo. La falta de piedad, la inmensa delicadeza estilística y la escritura caleidoscópica de Tatiana Tîbuleac hacen de esta novela una tragedia tan cruel y compasiva como reveladora de aquello que nos depara el destino y su belleza.


A finales del año 2019 leí El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes y fue una lectura fantástica, una de las mejores del año. de hecho, es de esos (pocos) libros que, pasado el tiempo, aún siguen en mi memoria. de esos libros que te tocan y te duelen y eso es, precisamente, lo que los hace inolvidables. Por eso cogí la nueva novela de la autora con muchas ganas.Lastoschka es una niña moldava a la que la anciana Tamara Pavlovna adopta Lastochka fue abandonada al nacer en un orfanato y las condiciones en el mismo, en pleno comunismo, eran terribles. Pero la vida que le espera con Tamara Pavlovna no es demasiado mejor. La anciana la ha adoptado, más que por una cuestión humanitaria, porque necesita ayuda. Así, desde niña, le enseña su oficio: la recogida de botellas usadas para limpiarlas y vendérselas a los borrachos.La novela está escrita a modo de carta que Lastoschka dirige a sus inexistentes padres aunque la verdad es que más parece una especie de diario o unas memorias de una protagonista ya adulta. Debido a esta estructura, está escrita en primera persona y hay ocasiones en las que la protagonista se dirige directamente a quienes espera sean los receptores de sus cuitas: sus padres.No es una novela de fácil lectura; al menos, hasta que le coges el truco. Está dividida en muchísimos capítulos de cortísima extensión: en concreto, son ciento sesenta y siete capítulos nada más y nada menos. La mayoría no tienen más de dos hojas, muchos de ellos tan sólo una. A través de ellos, la protagonista va desgranando sus recuerdos desde que Tamara Pavlovna la adoptó hasta que, más o menos, empezó a estudiar en la Universidad. Nos cuenta las cosas de manera un tanto errática: de forma lineal pero según se va acordando, acercándose y alejándose de lo que quiere decir y dando cosas por sobreentendidas. al principio no entiendes demasiado, la verdad. Entre otras cosas porque, al menos yo, no conocía apenas nada de la situación de Moldavia, de Rumanía y de las repúblicas socialistas soviéticas que formaban parte de la extinta URSS. Y, sin duda, no tenía ni idea de los problemas con el idioma, el impuesto y el inventado. Cuando nació Lastoschka (y la autora), Moldavia pertenecía a la URSS y su identidad cultural y lingüística había sido absorbida por lo ruso. Por eso Tamara Pavlovna quiere que la niña hable en ruso (cada día le obligaba a aprender siete palabras en ruso y, si se equivocaba, le daba con el dedo en la frente). Por eso quería que fuese a la escuela rusa y no a la moldava. Por eso Lastoschka aprendió ruso y empezó a hacerlo todo en ruso, incluso soñar; y por eso, cuando la URSS se disgregó y los diferentes países fueron consiguiendo la independencia y recuperando su cultura anterior al comunismo, la niña se enfrentó a un idioma y a un país que ya no reconocía como suyos.No nos habla la autora de la situación política del país, tampoco de la social. al menos, no directamente. Como todo en esta novela, las cosas se van diciendo poco a poco, muchas veces de refilón. La autora y la protagonista en su nombre dicen tanto como callan y es poco a poco que el lector se va dando cuenta de la profundidad de la historia, de lo que está pasando en ese país, en esa ciudad de Chisinau, en ese patio de vecinos y en la casa donde vive Lastoschka.La novela habla de miseria y de violencia. Eran otros tiempos y la vida resultaba muy dura. Y más para una niña huérfana que debía trabajar duramente y que mendigaba un poco de afecto. Nos habla de sus amigos y vecinos, los que vivían en las casas que van a dar al patio de vecinos donde hacían vida comunal. Unas vidas tan miserables como la suya propia, cada uno de ellos con su pesada mochila a cuesta. Tampoco la vida de sus compañeros de colegio es mejor: vivían en un mundo en el que los padres pegaban a sus hijos, en el que los profesores enseñaban con mano dura y nadie era capaz de hacer las cosas de otra forma. En ese mundo tan miserable, la protagonista crece con dos sueños: saber por qué sus padres la dejaron en el orfanato (pues, obviamente, no es lo mismo que haya sido el destino cruel quien le haya privado de unos padres que el hecho de que fueran ellos quienes decidieran abandonarla por no quererla lo suficiente) y el de ser médico. Lastoschka siempre ha querido ser médico y, afortunadamente, su madre adoptiva le apoyará en ello. de hecho, desde el principio de la novela sabemos que lo consiguió porque, como ya he dicho, la novela está contada desde el presente por una protagonista ya adulta y médico.El jardín de vidrio es una novela muy diferente a El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes aunque hay dos cosas que las unen: el drama y la violencia. Y la forma tan bonita y personal que tiene Tatiana Tibuleac de contar las cosas. El libro está lleno de emociones pero, como el anterior, de forma contenida, sin buscar la lágrima fácil.Conclusión finalEl jardín de vidrio es una novela llena de sentimientos que nos habla de una infancia muy dura. Un libro que destila rabia, pena, desamor, culpa, resentimiento, violencia y drama. Un libro muy bonito cuya lectura os recomiendo.
Lastoschka es una niña moldava a la que la anciana Tamara Pavlovna adopta Lastochka fue abandonada al nacer en un orfanato y las condiciones en el mismo, en pleno comunismo, eran terribles. Pero la vida que le espera con Tamara Pavlovna no es demasiado mejor. La anciana la ha adoptado, más que por una cuestión humanitaria, porque necesita ayuda. Así, desde niña, le enseña su oficio: la recogida de botellas usadas para limpiarlas y vendérselas a los borrachos.La novela está escrita a modo de carta que Lastoschka dirige a sus inexistentes padres aunque la verdad es que más parece una especie de diario o unas memorias de una protagonista ya adulta. Debido a esta estructura, está escrita en primera persona y hay ocasiones en las que la protagonista se dirige directamente a quienes espera sean los receptores de sus cuitas: sus padres.No es una novela de fácil lectura; al menos, hasta que le coges el truco. Está dividida en muchísimos capítulos de cortísima extensión: en concreto, son ciento sesenta y siete capítulos nada más y nada menos. La mayoría no tienen más de dos hojas, muchos de ellos tan sólo una. A través de ellos, la protagonista va desgranando sus recuerdos desde que Tamara Pavlovna la adoptó hasta que, más o menos, empezó a estudiar en la Universidad. Nos cuenta las cosas de manera un tanto errática: de forma lineal pero según se va acordando, acercándose y alejándose de lo que quiere decir y dando cosas por sobreentendidas. al principio no entiendes demasiado, la verdad. Entre otras cosas porque, al menos yo, no conocía apenas nada de la situación de Moldavia, de Rumanía y de las repúblicas socialistas soviéticas que formaban parte de la extinta URSS. Y, sin duda, no tenía ni idea de los problemas con el idioma, el impuesto y el inventado. Cuando nació Lastoschka (y la autora), Moldavia pertenecía a la URSS y su identidad cultural y lingüística había sido absorbida por lo ruso. Por eso Tamara Pavlovna quiere que la niña hable en ruso (cada día le obligaba a aprender siete palabras en ruso y, si se equivocaba, le daba con el dedo en la frente). Por eso quería que fuese a la escuela rusa y no a la moldava. Por eso Lastoschka aprendió ruso y empezó a hacerlo todo en ruso, incluso soñar; y por eso, cuando la URSS se disgregó y los diferentes países fueron consiguiendo la independencia y recuperando su cultura anterior al comunismo, la niña se enfrentó a un idioma y a un país que ya no reconocía como suyos.No nos habla la autora de la situación política del país, tampoco de la social. al menos, no directamente. Como todo en esta novela, las cosas se van diciendo poco a poco, muchas veces de refilón. La autora y la protagonista en su nombre dicen tanto como callan y es poco a poco que el lector se va dando cuenta de la profundidad de la historia, de lo que está pasando en ese país, en esa ciudad de Chisinau, en ese patio de vecinos y en la casa donde vive Lastoschka.La novela habla de miseria y de violencia. Eran otros tiempos y la vida resultaba muy dura. Y más para una niña huérfana que debía trabajar duramente y que mendigaba un poco de afecto. Nos habla de sus amigos y vecinos, los que vivían en las casas que van a dar al patio de vecinos donde hacían vida comunal. Unas vidas tan miserables como la suya propia, cada uno de ellos con su pesada mochila a cuesta. Tampoco la vida de sus compañeros de colegio es mejor: vivían en un mundo en el que los padres pegaban a sus hijos, en el que los profesores enseñaban con mano dura y nadie era capaz de hacer las cosas de otra forma. En ese mundo tan miserable, la protagonista crece con dos sueños: saber por qué sus padres la dejaron en el orfanato (pues, obviamente, no es lo mismo que haya sido el destino cruel quien le haya privado de unos padres que el hecho de que fueran ellos quienes decidieran abandonarla por no quererla lo suficiente) y el de ser médico. Lastoschka siempre ha querido ser médico y, afortunadamente, su madre adoptiva le apoyará en ello. de hecho, desde el principio de la novela sabemos que lo consiguió porque, como ya he dicho, la novela está contada desde el presente por una protagonista ya adulta y médico.El jardín de vidrio es una novela muy diferente a El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes aunque hay dos cosas que las unen: el drama y la violencia. Y la forma tan bonita y personal que tiene Tatiana Tibuleac de contar las cosas. El libro está lleno de emociones pero, como el anterior, de forma contenida, sin buscar la lágrima fácil.Conclusión finalEl jardín de vidrio es una novela llena de sentimientos que nos habla de una infancia muy dura. Un libro que destila rabia, pena, desamor, culpa, resentimiento, violencia y drama. Un libro muy bonito cuya lectura os recomiendo. Enlace: https://librosquehayqueleer-..
¿Habéis mirado alguna vez a través de un caleidoscopio? ¿Lo habéis girado y girado viendo como sus piezas se juntan y se separan, se mezclan y crean formas nuevas? ¿Habéis sentido cómo os hipnotiza? Pues así es como nos cuenta Lastochka su historia, a través de pequeñas partes fragmentadas y desordenadas que, como si estuvieran dentro de su calidoscopio, se revuelven y van cambiando. Dando vueltas sin parar, hacia adelante y hacia atrás, aparentemente sin sentido, casi de forma obsesiva, sin tregua. Sin dejarte apenas respirar. Y tienes que parar. Necesitas asimilar lo que te acaba de contar. Porque a veces habla de forma velada pero otras muy claramente, como si te escupiera sus palabras en la cara. Palabras crudas, sin adornos, que golpean. Pero a la vez no puedes parar, tienes que seguir.Y mientras conoces a esa niña huérfana y a la mujer que le adoptó te adentras también en la Moldavia soviética, en un complejo retrato social, cultural y político de la época. Su identidad, su lengua. También eso forma parte de ellas, condiciona sus vidas y las de las personas a su alrededor, sus amigos, los vecinos del barrio.No sé, siento que todo lo que yo diga se va a quedar corto. No es una lectura fácil por varios motivos, es dura y exigente, tampoco sé si es para todos los públicos... Pero hay que escuchar la voz de esta niña que ahora ya es una mujer y que tiene tanto que contarnos. de verdad que vale la pena.Me habéis preguntado varias personas si creo que este libro está a la altura del primero, El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes. Son diferentes y, la verdad, no sabría deciros cuál de los dos es mejor. Por el tipo de historia yo personalmente quizá me decantaría por el primero, pero en este se abordan más temas y creo que son muy muy interesantes. Así que ya sabéis, ante la duda leed los dos 😁 Por cierto, ¿a alguien más le ha parecido que tiene un punto parecido al estilo de Agota Kristof?
Volver a leer a Țîbuleac después de El verano en que mi madre tuvo los ojos tristes iba a ser un arma de doble filo: enfrentarse a una lectura placentera pero saber que el efecto sorpresa ya no está ahí. Intentando superar ese pequeño hándicap he logrado disfrutar de El jardín de vidrio, he reconocido en sus páginas los detalles que me enamoraron de la escritura de Tatiana y he constatado que esa primera novela no fue flor de un día y tenemos autora para rato.En esta ocasión, la voz es la de Lastochka, una niña huérfana moldava que es adoptada por una anciana que se dedica a la recogida de botellas por las calles para revenderlas y que desde el primer día le deja claro que su papel va a ser trabajar para ella y, más importante si cabe, aprender ruso. La importancia del idioma como seña de identidad queda patente desde las primeras páginas. La niña se verá despojada de lo poco que tiene, su lengua materna, las palabras en las que se siente segura, y deberá aprender otras nuevas en las que no logra encontrar los matices que necesita.Con capítulos cortos y a través de saltos temporales, se van alternando la niña y la mujer en la que se convertirá, entendemos la dureza de la voz adulta a través de las experiencias vividas en la infancia y adolescencia. Lastochka acarrea en su vida penas y rencores igual que acarreaba vidrio, y sin embargo, es capaz de escarbar en el dolor para encontrar belleza, pequeños detalles que iluminan su jardín secreto.De manera hábil también vemos reflejada la convulsa situación política y social de Moldavia, durante el comunismo y tras la llegada de Gorbachov. Las vecinas de Lastochka, su red de apoyo, las que le ayudan a crecer, se encargan de explicarnos de manera sutil el día a día en esa época.En mi opinión, quien conozca la primera novela de Țîbuleac no debe tener miedo a leer esta. Probablemente no esté al mismo nivel pero es innegable la calidad que tiene. ¡Cuántos libros peores leeremos al año! Y quien no la conozca aún no sé a qué espera.
El jardín de vidrio nos habla de Lastochka, una niña que aprendió a sufrir desde su nacimiento. Abandonada por sus padres, y tras pasar por un orfanato, Lastochka es adoptada (quizá sea más adecuado utilizar la palabra comprada) por una mujer sin escrúpulos con la que vive un auténtico calvario de abusos, maltrato y trabajos forzados. Una situación de violencia que traspasa los muros de la casa y convierte su entorno en un terreno hostil del que es incapaz de salir. La novela se construye como una extensa carta a los padres que le abandonaron, una carta llena de reproches, dolor y resentimiento. . El jardín de vidrio tiene mucho de esa primera novela que me cautivó; capítulos cortos que son como golpes en el alma y un lenguaje delicado, poético y exquisito con el que Tatiana Tibuleac es capaz de envolver una historia dura, desgarradora e incluso cruel en determinados momentos. . El jardín de vidrio es una novela que requiere cierto esfuerzo lector y no porque sea denso, aunque si considero es algo repetitiva, es más bien una cuestión de estructura. La novela es un continuo desorden de vivencias y pensamientos de la protagonista, así como una continua salpicadura de personajes que entran y salen de la historia sin previo aviso, algo que hizo que al principio me costara centrarme y entrar en la historia. Eso si, una vez que entras la novela invita a seguir leyendo. . Quizá el problema más importante con el que me he topado es que la novela tiene un trasfondo político muy importante, la situación política y social de la Moldavia soviética es un personaje más aunque no se hable directamente de ello. Y claro, mi casi total desconocimiento de los hechos me ha complicado entender ciertos momentos valiosos dentro de la novela... pero ante esto no debo más que entonar el mea culpa. . A pesar de lo dicho y aunque El jardín de vidrio no supere a El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes merece la pena leerlo solo por volver a la escritura de Tatiana Tibuleac. Una escritora con un estilo muy personal y una pluma bellísimas.