Las manos tomaron el libro y lo abrieron cuidadosamente, con una especie de religioso temor.
El libro habÃa sido impreso trescientos años atrás mediante moldes de madera. Las letras eran claras, lÃmpidas, con esta perfección propia del trabajo hecho a mano. Pero se desprendÃa de ellas un no sé qué siniestro, que quizá era debido a los grabados, también impresos con planchas de madera, y en los que sólo se veÃa gente que morÃa.
El volumen estaba encuadernado con pergamino blanco, muy bien conservado para el elevado número de años que tenÃa.