Imaginemos que una lanzadera espacial alienÃgena aterriza delante de un museo de la ciencia como muchos de los que existen hoy en dÃa. De la lanzadera desciende un ser con forma de araña gigantesca que, ni corto ni perezoso, bajo la mirada sorprendida y tal vez atemorizada de una creciente multitud, se dirige al guarda y, en perfecto inglés, le pide: «Quiero ver a un paleontólogo». Asà empieza una insólita investigación cientÃfica alienÃgena que pretende demostrar la existencia de Dios, pese a los recelos de Tom. D. Jericho, el paleontólogo terrestre que, como tantos cientÃficos racionalistas, parece no necesitar en absoluto la hipótesis de la existencia de un Dios creador. Especulación y divulgación cientÃfica magistralmente unidas a los debates morales propios de una mente racional enfrentada no sólo a un dilema cientÃfico sino a su propia e irremediable finitud cuando acaba de serle diagnosticado un cáncer terminal.