Bienvenidos al comienzo del fin.
De las llamitas, algunas altas y poderosas eran, vivamente brillaban y con claridad, otras por su parte eran pequeñas, vacilantes y temblorosas, y oscurecÃase su luz y amortiguábase a trechos. En el mismo final habÃa una llamita pequeña y tan débil que apenas ardÃa, apenas se removÃa, ora brillando con gran esfuerzo, ora casi, casi apagándose del todo.
—¿De quién es ese fueguecillo moribundo? —preguntó el brujo.
—Tuyo —respondió la Muerte.
Flourens Delannoy, Cuentos y leyendas.