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Me ha sorprendido muchísimo el libro de esta autora; no tanto por la visión que da de Calígula, sino por la originalidad de la narración. Con una prosa llena de lirismo y unos guiños filosóficos a lo largo de la narración, Sandra nos adentra en una novela que comienza con la muerte del emperador y su entrada en el inframundo donde se ha de someter al juicio final: Tres son los posibles destinos de Cayo Julio César Augusto Germánico y las palabras del pregonero llenan la cavidad infernal, las mieles de los Campos Elíseos, el hastío de los prados de los Asfódelos o los suplicios del Tártaro. Tres posibles destinos y una única resolución. A lo largo de la novela iremos dando saltos en el tiempo; durante su juicio, Caligula y los allí presentes irán recordando hechos pasados de sus vidas y su implicación con el emperador. Esta estructura de la narración hace que no sea fácil en su lectura, pero a la vez te hace estar alerta y no querer perderte detalle de ella. A pesar de su complejidad, ya he dicho más arriba que es una narrativa muy poética, la autora te lleva por la historia como si las palabras te mecieran a su merced; no sé como explicaros... He sentido los rayos de sol de septiembre sobre mis párpados cerrados, la brisa que mueve las ramas de un árbol mientras Gemelo se mece junto a él, la angustia por una muerte que ves inminente, el dolor infernal por la muerte de un ser querido. Algo que me ha gustado mucho también es que la autora nos va dejando términos, hechos o costumbres pero no aburre al lector con explicaciones que puedan ralentizar la historia, para eso nos deja un glosario al final del libro donde el lector curioso podrá saciar sus dudas. En definitiva, que esta chica, además de arqueóloga e historiadora, también es una magnífica narradora. ¿Recomendaría este libro? Sí, sin duda alguna. Una visión muy distinta de Caligula y escrita de manera muy diferente.