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Si la primera parte de esta trilogía, Molloy, me resultó de a ratos exasperante, esta me pareció desquiciante. Es realmente el absurdo llevado hasta el extremo; al mismo tiempo, el trabajo que hace Beckett con el lenguaje es impresionante, lo cual me hace tener sensaciones encontradas.La ¿trama? consiste en que Malone, un anciano internado en un ¿hospital, neuropsiquiátrico? sabe que su muerte se acerca y mientras la espera escribe historias, digresiones, e inventarios de sus posesiones. Cuenta la historia fragmentaria de un niño llamado Sapo y su relación con una familia de campesinos y luego la de un hombre (presumimos que Sapo grande, pero no depende queda del todo claro) que es llevado a un psiquiátrico y custodiado por una anciana llamada Moll que se convierte en su amante y luego muere, y por un enfermero llamado Lemuel (guiño a la historia del absurdo en la literatura irlandesa) que lleva consigo un hacha perpetuamente ensangrentada. Eso es todo. Un monólogo frenético (debo decir que la lectura es fluida a pesar de todo) que posiblemente constituya el delirio agónico de un hombre próximo a la muerte.Beckett subvierte en su trilogía todas las categorías narrativas: tiempo y espacio, narrador, personaje, trama. En un gesto absolutamente modernista escribe la anti-novela. Como estudiosa de l literatura lo comprendo y lo valoro; como lectora, prefiero otro tipo de narración.