Albert Dorsey se preguntaba, atónito y horrorizado de sí mismo: ¿De dónde puede salir tanto disimulo? Se encontraba en uno de los momentos que consideraba más difíciles de su ajetreada vida. Y no por el cansancio de tantos días de cabalgar de un lado a otro, unido a aquel grupo de individuos. Cuando pidieron a Albert que se uniera a ellos, el jefe de la pandilla, John Leach, pareció sincero: Nuestra misión es provocar estampidas De vez en cuando, asaltar algún transporte de mineral. Te hablo muy claro porque sé que puedo hacerlo contigo. No vamos a perjudicar a gente que merece respeto. Atacaremos a cuadrillas que obedecen a una organización dedicada al robo.