Hubo un movimiento. Una de las veloces formas se hizo más grande, y me percaté de que seguÃa el sinuoso camino que conducÃa hasta donde yo me encontraba. En sólo unos pocos momentos adquirió la forma de un jinete. A medida que se acercaba, asumió una semblanza de solidez sin perder la cualidad fantasmal que parecÃa emanar de todas las formas que habÃa ante mÃ. Unos segundos más tarde contemplé a un jinete desnudo sobre un caballo desprovisto de pelo. Los dos eran mortalmente pálidos y avanzaban a toda velocidad hacia mÃ. El jinete esgrimÃa una espada de color blanco; tanto sus ojos como los del caballo brillaban con un rojo intenso.