Señor del mundo es una novela sobre el Apocalipsis. Una narración profética que trata del futuro —ya el presente— de nuestra sociedad. Es profética porque anticipa consecuencias de una vida colectiva edificada de espaldas a Dios, pero también lo es por su carga de crÃtica social, de sátira de las costumbres hipócritas de su tiempo y del nuestro.
Benson recrea un tiempo en el que todo Occidente ha sucumbido a una sÃntesis entre capitalismo y socialismo. Las fuerzas del materialismo secularista, del relativismo y del control estatal triunfan por doquier. La eutanasia es una herramienta legal y aceptada. Ya no hay resistencias religiosas. El protestantismo ha sido barrido y el catolicismo, devastado por el modernismo, parece también eliminado. En su lugar, la gran mayorÃa ha adoptado una religiosidad vaga, humanista y violentamente hostil hacia la Iglesia. Cuando todo está ya preparado, Julian Felsenburgh, un diplomático, un sabio, un lÃder carismático y poderoso entra en escena. Es el Anticristo. Pero no está dicha la última palabraÂ…
Señor del mundo (Lord of the World) merece un lugar junto a Un mundo feliz y 1984 entre los clásicos de la distopÃa de ficción. De hecho, aunque las obras maestras de Huxley y Orwell sean equiparables en valor literario, son claramente inferiores en valor profético. Los dictadores polÃticos que daban a la novela-pesadilla de Orwell su siniestra potencia ya tuvieron sus dÃas. Sin embargo, la novela-pesadilla de Benson se está haciendo realidad ante nuestros propios ojos.
Definida por el Papa Francisco —que ha recomendado frecuentemente su lectura— como una novela que ejemplifica «el espÃritu de la mundanidad que nos lleva a la apostasÃa», ya desde el momento de su publicación, en 1907, Señor del mundo, también conocida como «El amo del mundo», fue objeto de encontradas crÃticas. Unos lo tachaban de catastrofista, y otros lo consideraban como profético. Pero, desde entonces, esta obra maestra y visionaria, que fue capaz de anticipar el destino del hombre —y de la sociedad— que da la espalda a Dios, se ha convertido en un auténtico clásico.