«No intentorecordar las cosas que ocurren en un libro. (...) Lo único que le pido a un libro es que me inspire energÃa y valor, que me diga que hay más vida de la que puedo abarcar, que me recuerde la urgencia de actuar.» Con estas frases de BérénÃce Einberg, la joven narradora creada por Ducharme, Léolo, el personaje de Lauzon, se dispone a leer, en mitad de la noche, bajo la luz de una nevera abierta, esta maravillosa novela. La imagen final del filme es el universo imaginario de Léolo emergiendo de la página donde figura el tÃtulo de la novela, sobre el que ha escrito: «e iré a apoyar mi cabeza entre dos palabras dentro de L'avalée des avalés».Al igual que las criaturas de Salinger, nuestra Bérénice es una niña prodigio, disertadora, polÃglota, actriz, intérprete de diversos instrumentos, bailarina, experta en montar y desmontar armas de un solo vistazo. Desgraciada, lúcida, destinada al suicidio o dispuesta a envejecer, ella misma se declarará, pasados diez años desde el arranque de la narración, «agresivamente apátrida, perdidamente sin origen. Solo siento nostalgia por un sitio. Y a ese sitio se entra por la grieta de donde salté.»De su mano y de la de su autor, atravesaremos el libro de las maravillas, saltando del relato oral a la fábula, del ars lÃrica al ars dramaticae y la retórica, del Libro de las Crónicas y de Ester al CalÃgula de Camus, pasando por los clásicos y la mitologÃa, leyendas y hazañas de todos los tiempos y toda clase de cuentos, finamente sazonado con guiños y referencias a Céline, Descartes, La Fontaine, Flaubert, Proust y Poe, entre otros.Una novela no más erudita que divertida, no más triste que llena de amor. De exilio en exilio, de renuncia en renuncia, Bérénice Einberg perderá el último bastión de su inocencia en la guerra de Israel. Todo empieza en una isla, en mitad de un rÃo, un puente ferroviario la cruza, la abadÃa donde viven parece «un cervatillo durmiendo entre las patas de un elefante».