En «La mujer del defenestrado» el muerto, arrojado desde un ventanal del Conde Purpurado, el edificio más alto de la ciudad, ha dejado indicios, estampillas y libros, señalando a su asesino. El narrador, de quien solo sabemos, que lo llaman el fauno, tal vez por sus aventuras amorosas, es a su vez, el abogado de uno de los señalados. Pero como el dice: “¿Que clase de novela podrÃa salir donde el principal sospechoso resultara ser el culpable?”. Partiendo de ese reto, se quiere demostrar que el interés de una trama, en que el suspenso disminuye frente a lo intimista, va de la mano de cómo ella es contada. Asà de simple.