Cruzó la estancia conteniendo la respiración y abrió la ventana de par en par. Aquel ser aumentó sus gruñidos de forma alarmante.
—Parece que le molesta la luz del dÃa —dijo, vivamente impresionada por lo que veÃa.
Ella, señalándolo, gritó de pronto:
—¡Es el muerto, el muerto, es el muerto!
Se la quedaron mirando. Fue el hombre quien preguntó:
—¿De qué muerto hablas?
—Anoche, anoche, con el catalejo, vi a un muerto salir de su tumba. SÃ, estoy segura, ahora estoy segura, salió de su tumba. Abandonó el cementerio y vino a la pensión... Estoy segura de que es él, las ropas son las mismas, aunque antes no tenÃa ojos y ahora sÃ. Su piel estaba repugnante, pero tenÃa que oler como huele éste ahora. ¿Es que no os dais cuenta? ¡Huele a cadáver, huele a cadáver!