Cuando llegó a la puerta, a lo lejos y merced a la claridad de un plenilunio que conseguÃa filtrar sus rayos, a través de las nubes, vio cómo descendÃan el ataúd al interior de la fosa recién cavada.
Se escuchó un golpe sordo y luego comenzaron a echarle encima paladas de tierra. Las cuatro muchachas, como si estuvieran en un verdadero aquelarre, danzaron alrededor de la tumba.
Yiddy ya no sabÃa si reÃr o gritar. Se acercó a la sepultura donde se habÃa organizado la orgÃa macabra, cayó y siguió a patas. Notó que se le subÃan encima y le hacÃan avanzar como si fuera una bestia de tiro. Yiddy se rió y lo empujaron.
Otra vez cayó al suelo y la muchacha que se le habÃa subido a la espalda, también. Yiddy logró llegar hasta la fosa y metió su mano en ella, pero continuaron echando tierra, y a él, la noche se le hizo más y más negra.
Tuvo la sensación de que le empujaban al interior de la sepultura y caÃa y caÃa sin llegar jamás al fondo mientras arriba reÃan y reÃan.