Todo parecÃa preparado para causar efecto, mas no era asÃ.
Por el techo del escenario, cayendo desde lo alto, apareció una figura humana vestida con un sayal negro y el rostro cubierto por una máscara que representaba una calavera.
Lo desagradable fue que al extremo llevaba atada una soga. Antes de que la figura entre humana y fantástica, espectral sin duda alguna, tocara el suelo de tablas de madera, la cuerda pegó un tirón brusco, como no dando más de sÃ, y el lazo corredizo se cerró alrededor de la garganta de aquel ser que querÃa representar la muerte, su propia muerte.