Ante su sorpresa, la calavera habÃa adquirido un peso tan grande que se pegó al suelo y fue incapaz de levantarla.
Como si la hubieran soldado al suelo, fue incapaz de moverla.
De pronto, como poseyendo vida propia, la calavera abrió la mandÃbula y le cogió las falanges de los dedos Ãndice y corazón de la diestra.
El alarido que lanzó fue aterrador, pudo oÃrse en todo el teatro.
Halló mil ecos, lo mismo en el escenario, el patio de butacas o los sótanos…
Gateó sangrando, pero un golpe en la nuca lo aplastó contra el suelo.
Sintió nuevas mordeduras, aquellos ataques eran atroces.
Una de las mordeduras fue en el cuello y sintió que ya no podÃa respirar ni gritar mientras el suelo se teñÃa de rojoÂ…