—¿Qué puedo hacer? —preguntó mirándolo a los ojos—. Me tiene esclavizada, estoy en sus manos. Puede descuartizarme como a mi tÃa; Posiblemente, lo que querÃa era heredar pronto la mansión, cuando mi tÃa se habÃa limitado a cedérsela en testamento, lo que fue fatal para ella, porque entonces la escogió como vÃctima para poder heredarla. Mi tÃa, quizá intuyéndolo, me exigió que velara junto a su cama todas las noches y ya ves, no sirvió de nada. Aunque haya alguien velando, consigue su propósito.
—Habrá alguna forma de impedÃrselo.
—Ninguna, no hay ninguna. Me ha marcado en la espalda con su sÃmbolo de penitentes. Todos ellos lo llevaban en oro y hasta es posible que hayan sido marcados en la piel como yo lo estoy ahora. Me siento en sus manos y eso me aterra...