Se metió en la litera, acomodó la guitarra junto a él e intentó dormir: no le pareció nada fácil conciliar el sueño.
Trac-tac, trac-tac, trac-tac, trac-tacÂ…
El convoy se detuvo. ¿SerÃa una estación? ¿Cuál? ¿Qué importaba?
Cuatro ataúdes llenos llevaba el furgón de mercancÃas. Era como si el tren, justo antes de partir, se hubiera convertido en un tren macabro.
Roig se durmió.
El convoy continuaba detenido, la noche parecÃa más oscura que nunca. Las estrellas, como bombillas viejas, parecÃan haberse fundido y alguien debÃa haber cubierto la luna con un paño negro.
El viento se calmó, no habÃa aves nocturnas, no habÃa rumores, no habÃa nada. Por no haber, no sonaba siquiera el trac-tac, trac-tac, trac-tacÂ…