Iris conducÃa moderadamente el Mercedes Benz deportivo de color rojo. HabÃa tenido ya dos accidentes de automóvil en su vida y no deseaba repetir con un tercero. Era como si con los años (se acercaba ya a la treintena) hubiera tomado más aprecio a la vida.
La carretera se convertÃa en ocasiones en una recta interminable bajo el sol implacable. Daba miedo pensar en una averÃa del coche teniendo en cuenta la escasa circulación de aquella vÃa de tercer orden que cruzaba vastas extensiones de páramos que, de no ser por los arbustos bajos y espinosos y cactáceos en general, se habrÃa podido llamar desierto.