El hombre respiró hondo, le era difÃcil responder, pero si era cierta su teorÃa de que los felinos eran utilizados para cazar y no para devorar a sus vÃctimas, ya que al él le interesaban más sus cuerpos vivos para ofrecerlos a la maléfica diosa, alguien estarÃa ahora tendido en el altar de oro, hipnotizado. Los malditos cuervos revolotearÃan sobre su cabeza y los bonzos entonarÃan sus cánticos a la espera de que un rayo penetrara en el monasterio y se consumara el sacrificio, pero ¿quién iba a ser la vÃctima en esta ocasión?