Mely no le gustaba poco ni mucho aquella sórdida pensión en la que hacÃa tres dÃas se habÃa instalado, pero estaba en el casco viejo de la City, lo que equivalÃa a decir en el meollo de la gran ciudad y, lo que era más importante, cobraban poco. TenÃa el dinero muy justo y en aquellos momentos, ningún ingreso, por lo que debÃa ir royendo sus pequeños ahorros. La lucha en la gran ciudad, no por ganar la fama, sino simplemente por subsistir, resultaba tan salvaje que era descarnada. De lo que Mely estaba segura era de que no iba a caer en los locales donde sólo servÃan sexo de consumo. No estaba en contra del sexo, cada cual era libre de hacer lo que quisiera con su sexo; pero ella no iba a venderse.