«Fui “concebido” en el Café Románico de BerlÃn, yluego me criaron en sus mesas de mármol, donde tras cada café se le servÃa unaguardiente a Pegaso y un joven periodista de nombre Joseph Goebbels sepostraba a los pies de la elite intelectual berlinesa, memorizando chistesjudÃos para poder contárselos un dÃa a otros intelectuales», dice un párrafodel libro. En ese mismo café se sentó a menudo Peter Fürst,cuando era un joven reportero deportivo del Berliner Tageblatt.Hasta que, durante los horribles meses del año 1934, un caballero le rogó queabandonara Alemania. El «exitoso periodista deportivo con dos abuelasjudÃas», como él mismo se llamaba, trabaja en España como profesor de tenis enun club alemán, hasta que lo insultan tachándolo de nazi y le arrojan piedras;luego escribe en el Café Arkaden, de Viena, «reportajes en vivo y en directo»sobre el frente español durante la Guerra civil. Finalmente termina huyendo aParÃs, tras un accidentado viaje por toda Europa. En la capital francesa se casa con su amiga vienesay en 1939 entra, con visado falso, en la República Dominicana («donde aúnadmiten a los judÃos»), a donde llega a bordo del Bretagne, no sinantes ser paseado por todo el Caribe. AllÃ, Peter Fürst, que pasa a llamarsedon Pedro, trabaja durante siete años en los arrozales, armado y a caballo,antes de recibir la noticia, en 1946, de que se le concede el visado paraentrar en Estados Unidos. En la gran enciclopedia de aquellos que «fueronhonrosamente expulsados de Alemania» figurarán sin duda las ilustrativasmemorias de don Pedro. Dotado de una profunda vena humorÃstica, este periodistadeportivo nacido en BerlÃn en 1910 escribe un libro de memorias, provisto delmás punzante humor berlinés, sobre un tiempo que no se destacó precisamente porlos blancos tonos del atuendo del tenista.