Érase una vez un hombre que poseía magníficas casas, tanto en la ciudad como en el campo, vajilla de plata y oro, muebles tapizados de brocado y carruajes relucientes de oro. Pero tenía la desgracia de que le creciese una barba azul, dándole un aspecto tan horrorosamente feo, que todas las mujeres y muchachas lo rehuían