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Se trata de una novela distópica, en la que el autor da vida a María, la protagonista. Al inicio me costó entrar en el personaje, no la sentía mujer, faltaba empatía. Leía, y seguía viendo la cara del autor jaja. También pasaban cosas extraordinarias y, al estilo Gregorio Samsa en la literatura fantástica, María no se cuestionaba lo que sucedía ni parecía manifestar miedo o sorpresa. Esto me generó un gran extrañamiento pero después entré más en el universo discursivo y pude disfrutar de los paisajes posapocalípticos y medio surrealistas que construye el relato. Vi una ciudad de Buenos Aires al estilo de los cuadros de Xul Solar, un pintor argentino. Creí hallar una referencia intertextual con los hermanos del cuento Casa tomada de Julio Cortázar. También se me vino la imagen de la Maga, personaje de Rayuela de Cortázar a quien convencen de cruzar con una tabla de un edificio a otro para buscar yerba. Estos hallazgos me parecieron geniales. A medida que avanza el relato, el universo se degrada más, retrocede en el tiempo, y volvemos a sentir referencias con la literatura gauchezca, la cautiva, el matadero, y quizás con el cine del lejano oeste, incluso imágenes a lo Mad Max en la versión de los años 70. Todo depende de lo que quien lee haya consumido. Es una novela que parece querer abarcar todo, todas las épocas de la literatura. Y estimula todas las referencias culturales e históricas posibles. Lo que me agotó fue que le pasen tantas cosas a la protagonista. Incluso hasta el final. No tiene respiro. Es vertiginoso. María, creo, representa a la mujer como víctima del patriarcado en todas las épocas. Me recordó a la película Caótica Ana de Julio Medem. No hay una María, todas somos María. Me daba miedo terminar la novela, la dejé una semana descansando a pocas hojas del final. Pero ahora que ya terminó, es un gran alivio. Un merecido descanso.