Serafina, recién casada con don Juan de Roca, gentilhombre catalán sumido en sus estudios y en la pintura y tardíamente enamorado, lamenta la pérdida de don Álvaro, a quien amó y que supone muerto. Don Álvaro aparece inesperadamente reclamando sus antiguos derechos cuando Serafina se dispone a marchar hacia Barcelona.