El honorable Lewis Brading tenÃa la manÃa del coleccionismo. Pero asà como otros coleccionan sellos, monedas u obras de arte, su afición eran las joyas relacionadas con hechos de sangre. Tan tétrica manÃa, además de definir en cierta medida a quien la padecÃa, no podÃa significar nada bueno. Y, por supuesto, no fue bueno que mÃster Brading apareciera asesinado en el búnker donde guardaba su colección ni que los posibles autores del crimen fueran personas más allá de toda sospecha.