El Duque Arioch extiende sus alas. PodÃamos sentir el pútrido olor de la carne muerta; manos cadavéricas se esforzaban por apresarnos. Y habÃa otras que se acercaban tras los primeros jinetes: cosas que corrÃan, medio monos, medio hombres, con bandas de cuero anudado, con picas y mazas de madera, con dientes como defensas. Y tras ellos venÃan guerreros de trostro delgado y cuerpo esbelto, de cabellera gris flotando al viento, con libreas blancas y verdes, sin coraza. Llevaban grandes espadas de doble mano y guiaban los caballos con los muslos. Y junto a ellos habÃa demonios, con cuernos y llenos de pústulas, cabalgando en monturas monstruosas, y habÃa mujeres cuyos dientes habÃan sido limados para que tuvieran punta, y mujeres con jetas de cerdo, y apariciones cuya carne parecÃa lÃquida.