El escenario es la estación de Altberg, en Alemania, lÃnea divisoria de las zonas de ocupación soviética y norteamericana. A cada lado de la lÃnea se hacinan hombres y mujeres a la espera de que se solucionen sus destinos por los funcionarios, cada uno al servicio de un sistema ideológico diferente. La acción salta de un lado al otro de la lÃnea divisoria (el escenario está dividido) y al final el espectador acaba perdiendo conciencia de esa lÃnea divisoria, porque está asistiendo a ambos lados al mismo drama: la destrucción del individuo. Dos sistemas ideológicos diferentes, pero con el mismo resultado: el individuo termina siempre siendo destruido por el sistema, sea el que sea.