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Reflexivo, íntimo, divertido, conmovedor, ácido, realista, triste, esperanzador. Un pequeño gran descubrimiento(para mí), de la fantástica pluma de la autora que nos cuenta veinte años de la vida de Miguel. Desde los veinte a los cuarenta, valiéndose del día de su cumpleaños cada cinco años, construye una historia que nos habla de todo lo que implica el paso de la juventud a la madurez. Amistad,amor, desamor, familia, trabajo y un reencuentro de dos personas que tienen su propia versión del nosotros que nunca fueron. Una buena historia, un gran personaje principal, algo neurótico, algo anti heroico y bastante encantador. Se me ha hecho corto aunque tengo dudas de si desarrollar más algunos aspectos de la trama hubiese sido un acierto, o no. En todo caso, ha sido un placer de lectura, con un estilo narrativo muy cuidado y una ambientación en los noventa, que me ha recordado tiempos pasados y me ha sacado alguna que otra carcajada. También ha logrado emocionarme. Me llevo a la autora apuntadísima para seguir conociendo su trabajo.

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Un día, Jacob y su familia se marchan para siempre del pueblo sin avisar y su mejor amigo, y narrador de la historia, consigue superar el dolor de la pérdida cuando descubre un dibujo que le ha dejado en el árbol donde guardan los tesoros que comparten.Este dibujo representa una declaración de amor entre dos niños y, al mismo tiempo, la confirmación de una serie de pistas que se encuentran a lo largo del libro y son expresadas en el texto y las imágenes. El vestido rosa de un oso o un cuadro con una flor en el dormitorio no son casuales, sino que anuncian de forma sutil una temática que se deja ver cada vez más en las obras de literatura infantil y juvenil en diferentes lenguas.No es la primera vez que Bernat Cormand, un escritor e ilustrador barcelonés, trata la temática LGBTQ+ en un libro para pequeños lectores. En El niño perfecto Daniel, el protagonista, se viste con ropa femenina por las noches cuando nadie lo ve. de día, se comporta como todos esperan de él, porque de alguna manera intuye que su entorno va a censurar esas prácticas que mantiene en secreto, porque se niega a reprimir, pero sí lo esconde. En Los días felices el mensaje es más sutil y el recuerdo por un tiempo pasado, el hilo conductor.Las ilustraciones son muy realistas y de tonos cálidos, casi desvaídos, que recuerdan a imágenes antiguas y también asemejan al papel pintado con el que se empapelaban las paredes de casas de muchos hogares en los años ochenta, excepto el mío. Recuerdo que una vecina se quejaba de la dificultad de colocar el papel y lo bonito que quedaba después. Una compensación que duraba hasta que se sustituía por otro. Como resultaba prácticamente imposible eliminarlo del todo de las paredes se solía colocar el papel nuevo encima y, al tocar el nuevo, se recordaba el anterior. Una metáfora sobre la importancia de disfrutar de la belleza, aunque efímera, y sobre que todas las experiencias nos nutren, pese a su dureza. Enlace: https://www.culturamas.es/20..