Una reflexión que se me ocurrió con el retardo usual en los temperamentos activÃsimos que se alaban en todas las biografÃas, es la de que el inverificable lector de Papeles de Recienvenido quizá no se decidió a creer hasta hoy que ese libro era el principio de la Nada. Para que no vacile más, me pareció un deber caracterizar mi nuevo trabajo como de continuación de ella. Ya no esperará más aquel lector para exclamar: «¡Bien me lo parecÃa, aquello era el Comienzo de la Nada!». Ahora los lectores de Recienvenido comprenderán que la Nada y su Ayudante han empezado. Y hasta sabrán que es continuable.