Borja es psiquiatra de la misma manera que podrÃa ser capador de monos: el chico servÃa para estudiar, en la universidad habÃa buen rollo y, como no sabÃa qué carrera escoger, pensó que lo de psiquiatra no estarÃa mal, al menos no tendrÃa que tomar tantas precauciones como capando monos. Es un tipo cÃnico y egoÃsta, al que le salva de un par de fusilamientos diarios un sentido del humor beligerante. Es a sus pacientes que no les salva ni Dios si caen en sus manos, pero quizás es a través de los pacientes de Borja que el lector encuentra un fresco de tipos humanos de lo más divertido, al menos si posee el sentido del humor suficiente y la capacidad de perdón necesarios para acordarse de que son seres humanos y por tanto productos imperfectos. En el relato del dÃa a dÃa de Borja no se perdona nada, no se justifica a nadie, pero se recuerda al lector que cualquier dÃa te puedes encontrar con alguien que te recuerda a uno de sus pacientes (cliente prefiere llamarles él) y en el peor de los casos te das cuenta de que tal paciente tiene tus mismos tics (no vamos a ser tan crueles de llamarles pecados) y te sientes acompañado y justificado por la compañÃa. No repartiremos etiquetas a los pacientes de Borja, entre otras cosas porque la gente no es tan fácil de etiquetar y además se enfadan al verse contenidos en una dichosa etiqueta, con lo completos e importantes que nos consideramos todos.