El primer capÃtulo de Cosas que pasan se titula «El torbellino», y algo de torbellino tiene el relato en su conjunto, de comienzo a fin: una sucesión de hechos no precisamente cotidianos, con frecuencia terribles o turbadores o deslumbrantes, que girarán una y otra vez en torno al lector, esclareciéndole, paso a paso, lo que inicialmente pudo encontrar insuficientemente desarrollado. El entorno que condiciona nuestros primeros años; el camino emprendido que, a partir de ese entorno, ha de dar contenido a nuestra vida; el modo en que lo instintivamente antagónico y lo instintivamente afÃn irá modificando nuestra conducta; el papel de lo aleatorio a todo lo largo; la estrecha relación entre pulsión sexual y creación literaria; el vértigo que todo ello produce ante la consideración de lo que es o pueda ser el universo.
¿Novela? ¿BiografÃa? ¿Metaficción? ¿Autoficción? ¿Fábula cuántica? La crÃtica clasificará esta obra conforme al criterio preferido por el crÃtico, sin que ello altere lo que es en sà el relato ni la emoción de su lectura. Como en Estatua con palomas o en Diario de 360º, los elementos auténticamente biográficos se entremezclan aquà a la digresión, la metáfora y la fábula. En favor de la intensidad significativa y de la capacidad de sugestión del relato.