TodavÃa sin salir del taxi, la pelirroja echó una mirada a la fachada del llamado Night Club Night, y, evidentemente, no le gustó su aspecto, porque frunció el ceño. El taxista, que se habÃa vuelto hacia ella y la miraba sonriente, señaló hacia el club.
—No es un sitio muy elegante — informó —, pero la gente suele pasarlo bien ahà dentro. Bueno, al menos, cierta clase de gente, usted comprende.
La pelirroja comprendÃa. Y comprendÃa también por qué el taxista se habÃa expresado asÃ: porque ella no parecÃa de la clase de gente que pudiera divertirse en un lugar como el
Night Club Night. No sólo era inusualmente bonita, sino que todo en ella evidenciaba una distinción que ni siquiera su sencillo atuendo podÃa ocultar. Se dice que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Pues bien, parodiando al revés esta frase, de la pelirroja se podÃa haber dicho que aunque las flores se vistan de cactus, flores se quedan.