Notó amargamente como se estaba arrepintiendo de haber escuchado las proposiciones del intermediario que le habÃa propuesto comprarle sus recuerdos, de aquel maldito Helmutt. ¿Cómo habÃa podido aceptar una cosa asÃ?
—Señor Marqués —sonó de nuevo la metálica voz de MVB—, estoy esperando. Le sugiero que termine su labor. Vamos, no se desanime: sólo tiene, que abrir el pecho de su enemigo, arrancarle el corazón, y traérmelo. ¡Ya verá como todo esto, estas vivencias especiales, le permitirán ofrecerme recuerdos más interesantes que los de hasta ahora! Vamos, hágalo, y asà podrá decirme luego qué ha sentido, qué ha pensado, qué emociones y reacciones se han ido sucediendo en usted. No lo olvide, señor Marqués: usted ha venido aquà a vender recuerdos, ¡y yo soy el comprador!