Se calló de pronto.
Tras ella, Emil lanzó una exclamación de horror.
Claudine tardó un poco más en reaccionar. Estuvo quizá un par de segundos mirando la pierna que habÃa sacado de entre las ramas tentaculares de «Phillip».
Sólo la pierna, de la que se desprendió el trozo de vestido, manchado de un lÃquido oscuro.
Solamente la pierna, hasta mitad del muslo. Luego, ya no habÃa nada más. No habÃa cuerpo a continuación de la pierna. HabÃa sacado de entre las ramas de «Phillip» solamente una pierna, seccionada brutalmente a mitad del muslo, que goteaba sangre espesa y reluciente.
—DiosÂ… mÃoÂ… —oyó Claudine a Emil, tras ella.
Soltó la pierna. El zapato saltó del pie cuando éste golpeó en el suelo. La luz hacÃa brillar la cadenita de oro, y la media finÃsima que la cubrÃa, que daba un siniestro color a toda la piernaÂ… A todo lo que quedaba de pierna. El borde de la media seccionada se adherÃa a la carne y a la sangreÂ…
Claudine Merton abrió la boca, la cerró, la abrió de nuevo, como si se estuviese asfixiando. Su rostro estaba blanco como leche, sus ojos se desorbitaron, giraron… y acto seguido la aterrada botánica se desplomó hacia atrás, sin proferir ni siquiera un gemido. Su cuerpo chocó contra las piernas de Emil, y rodó hacia un lado.