Como todas las noches, Marie fue la última en retirarse a descansar. Esto no la molestaba en absoluto, ya que también era la última en entrar en actividad al dÃa siguiente. Marie se dedicaba casi exclusivamente al cuidado de Madame, y ésta era poco aficionada a madrugar, de modo que ambas se levantaban bastante tarde. Pero Madame ya no volverÃa a levantarse jamás. HabÃa fallecido cuatro dÃas antes, y ahora, en su lujoso ataúd, descansaba para siempre en el panteón familiar de los Villegly. ¡Pobre Madame! Claro que tenÃa ochenta años en el momento de su muerte, pero habÃa sido una mujerÂ… especial. SÃ, especial. En todo momento, Madame habÃa sabido vivir con satisfacción, y gozar de todo cuanto su dinero, su edad y su salud le habÃan permitido.