Cayo ha encontrado a su Vitadantis y todos en Nastea están contentos…
¿Todos?
Cneo y Tito no parecen tan satisfechos, se alegran por su amigo; pero… algo extraño está ocurriendo, algo que no esperaban…
No saben si es ese aroma en el aire, esa presencia a su alrededor o que, quizás, ha llegado su turno.
¿Los dioses habrán elegido a la misma mujer como su Vitadantis?
¿Podrán aceptarlo?
¿Podrá una mujer aceptarlos a los dos?
«Cneo y Tito no lo dudaron. Aurelio habÃa aparecido ante ellos cuando ya habÃan perdido la esperanza de hacer cambiar de idea a su VitadantisÂ… Asà que la petición de Marcia la interpretaron como la última oportunidad que tenÃan para convencerla de que se debÃa quedar con ellosÂ… de que era suya.
Como si fuesen un solo vampiro, se arrodillaron frente a ella. Marcia, nerviosa, permanecÃa sentada sobre la cama con las manos en su regazo; la viva imagen de una reinaÂ… Llevaba puesta una estola blanca que se sujetaba en su hombro con un broche y se ceñÃa a su cintura con una cinta amarilla. Su preciosa piel refulgÃa mientras sus cabellos, cada vez más largos, enmarcaban su hermoso rostro. SÃ, ella era su reinaÂ… la únicaÂ… por siempreÂ… Asà era como ellos la veÃan y aprovecharÃan cualquier oportunidad que tuviesen para demostrárselo.
Lentamente, extendió las manos y cada uno tomó una de ellas como si se tratase de la más preciosa joya.
Tito y Cneo acariciaron su piel tratando de infundirle confianza. No podÃan evitar notar sus ligeros temblores.
–¿Estás segura?
No querÃan equivocarse. La sangre era algo sagrado para los vampirosÂ… y la de una Vitantis todavÃa lo era mucho más. Fuera lo que fuera lo que habÃa provocado su rechazo durante su encuentro en el jardÃn del Palacio, no querÃan repetir viejos errores. No, si podÃan evitarlo.
Sus mejillas enrojecidas provocaron que todavÃa la deseasen más. Su olor intoxicante, sus ojos brillantes, sus labios carnosos, su hermoso cabelloÂ… apenas podÃan contenerse; pero lo harÃan si ella se lo pedÃa.
–SÃÂ… –Pareció armarse de valor–. Estoy segura.
Ambos acercaron sus rostros a la mano que cada uno habÃa tomado. Cuidadosamente, la besaron con delicadeza antes de, en un solo movimiento, hincar sus colmillos en su carne».
Nuestra es la segunda entrega de la Posesión de los vampiros.