Jimmy Madison abrió la puerta y se coló en el apartamento, deteniendo la mirada en su amigo Romo Silver, quien se levantó de un salto de la cama, exclamando: ¡Jimmy! Sí, soy yo. ¿Qué tal te va, muchacho? ¿Y lo preguntas? ¡Me dejaste hace dos días en la butaca de un music-hall diciendo que te ibas a comprar un «perro caliente»!