Vio algo que le pareció increÃble. La señorita Addison se estaba encogiendo. Toda ella se reducÃa, y el tejido del que estaba formado su vestido se mezclaba con su carne y con su piel, su cabeza también iba empequeñeciendo, y todo aquello adquirÃa un color verde en pocos segundos. Le pareció que los brazos eran como ramas, lo mismo que sus piernas y, un poco después, en el lugar que ocupaba la señorita Addison habÃa una planta, un extraño vegetal, cuyas raÃces penetraron en el suelo y cuyos tallos tenÃan hojas espinosas y también tenÃa dos flores rojas, del color tan rojo como la sangre, y brillantes, y todo aquello acabó de transformarse en un puro vegetal.