Cara de Perro me miró con ojos despiadados mientras se acercaba a la silla en que yo estaba sentado. Se detuvo delante de mà y dijo:
—Eres un cerdo, Tom. Eso es lo que eres, un cerdo. Solté una risita y cogà de la mesita cercana mi vaso de whisky. Me lo llevaba a los labios cuando Cara de Perro me soltó un patadón en la mano. El vaso salió despedido al aire y se estrelló en la alfombra. Lancé un aullido de dolor porque por lo menos me habÃa aplastado tres dedos y me levanté furioso. —¡Maldito! —grité—. No vuelvas a hacerlo, ¿sabes? El rió sarcásticamente y me abofeteó con la mano izquierda. Retrocedà un paso mordiéndome el labio inferior. —¿Qué es lo que te pasa? —pregunté.