Richard Walling, rico granjero de Palmyra (Missouri), desmontó de la silla dejando las bridas de su cabalgadura a un criado negro, y subió rápidamente los peldaños de la escalera de su casa. Al llegar arriba se volvió, preguntando con brusquedad al criado que ya se retiraba:
¿Está la señorita Eva, Tom?
Tom parpadeó unos instantes contemplando la arruga de cólera que cruzaba el entrecejo del viejo comandante.
Sí, mi amo; la vi llegar, y le aseguro que no hay mujer más linda en la comarca